PODER ELEGIR HACE FELIZ
NUESTRA INFELICIDAD* Nuestra felicidad no nos pertenece. La creamos no con las herramientas que nos son propias, sino con las que nos prestan. Y no depende como el siglo quiere hacernos creer de lo que poseemos, sino de lo que damos. Puede ser una ingenuidad, pero ciertos antiguos saberes son tan ingenuos como el que un abrazo es más necesario que el pan, y que la sonrisa del amado calienta el alma en el invierno. La felicidad no es una carcajada necesariamente. Sucede en una capa más profunda y es capaz de serenar los océanos del infortunio. Para ser feliz es necesario ser generoso. Saber dar y saber recibir. Una mujer que cocina para su hombre, el padre cansado que se fuerza a estar un ratito más a pesar del dolor de cintura, el muchacho que resigna unas tardes a acompañar la tragedia de su amigo. Hallan todos ellos una felicidad de melodía a media voz, la tranquilidad de estar donde hacen falta. Pero necesitan, para poder ejercer su cometido de acompañantes, ...