TRENES, CAMIONES Y TRACTORES...


Trenes, camiones y tractores*


*Arbol.


Trenes, camiones y tractores
tanta fuerza, tanta fuerza.
Trenes camiones y tractores
tanta fuerza, tanta fuerza.
Trenes, camiones y tractores
tanta fuerza, tanta fuerza.

Me empujan, me empujan, me empujan.
Me arrastran, me arrastran, me arrastran.
Por el cielo, por el suelo.
Trenes, camiones y tractores
bicicletas y peatones.
Barcos, aviones, submarinos;
toneladas de cemento.

Avanzan, avanzan muy lento.
Me arrastran, me frenan me siento
y yo pienso:
Que aunque estes despeinada me gustas igual,
aunque estes en pijama y sin maquillar,
aunque estés enojada por lo que pasó.
Aunque ya no te vea me gustás igual.

Trenes y camiones, están quietos estancados,
en carriles atascados.
Escapando a ningún lado
o tratando de pasarse de costado
esperando a que la luz se ponga verde.

Y yo pienso que ojalá que el asfalto
se haga pasto porque la gente se inquieta
cuando está quieta.
Y su mente empieza a pensar:
en el agua, en el fuego, en la casa,
en la cuota del cole del nene.

Y yo espero, mientras pienso, (mientras pienso):
Que aunque estes despeinada me gustas igual,
aunque estes en pijama y sin maquillar,
aunque estés enojada por lo que pasó,
aunque ya no te vea me gustás igual,
aunque valga la pena me decís que no,
que no vale la pena pedirte perdón.

Pero tengo tu foto y pienso con dolor
que aunque ya no te vea me gustás igual.
Cuando escucho los ruidos de la casa
la cuchara que choca con la taza,
la madera respira todavía.

Y ya no estás pero me gustás igual.
Trenes, camiones y tractores,
barcos, aviones y peatones.
me empujan, me empujan, me empujan
me arrastran hasta tu casa.

Y yo pienso, todo el tiempo:
que aunque estes despeinada me gustas igual,
aunque estes en pijama y sin maquillar,
aunque estés enojada por lo que pasó,
aunque ya no te vea me gustás igual.

Trenes, camiones y tractores,
barcos, aviones y peatones.
me empujan, me empujan, me empujan,
me arrastras hasta tu casa.

Y yo pienso:
que aunque estes despeinada me gustas igual,
aunque estés en pijama y sin maquillar,
aunque llegue el destello te voy a esperar,
porque aunque ya no te vea
siempre me vas a gustar asi.


*FUENTE: http://www.rock.com.ar/letras/9/9237.shtml





TRENES, CAMIONES Y TRACTORES...






EL FERROCARRIL NO ES LO IMPORTANTE*



Lo interesante de este título, es que va a captar la atención de unos por alegre coincidencia y a otros por irritación profunda. Allí está el punto: Todos lo leerán (Supongo). Especialmente, espero que lean estas líneas los decisores y "dibujadores" de lo territorial; los que delinean el futuro de las ciudades y la conectividad fronteras adentro.
En cualquier espacio donde esté ocurriendo un evento público, empresarial o político donde una rueda de hierro, un durmiente o un riel tengan algo que ver, allí estarán los que defienden al ferrocarril hundiendo cualquier posibilidad de que ese medio de transporte vuelva a ocupar el lugar que EL PAÍS necesita.
"No, pero si era maravilloso, el jefe tocaba la campana y la máquina tocaba pito" "Pero si teníamos un servicio por semana hasta el pueblo" "Pero si había tres trenes por día que unían todos los barrios" "Pero si acá éramos 50 en la estación para atender los tres trenes por día" "No hay otra cosa como el ferrocarril" "Viajar en tren es otra cosa" (y llevan al imaginario inmediatamente: Personas caminando por horas en el pasillo; gente tirada en el piso; otros cantando; nadie puede dormir; los del pullman tienen derecho a comer primero en el comedor; para en todas; tarda 50% o 100% más que el micro).
En nuestro País no tenemos la menor idea de lo que es un tren ni, mucho menos, idea de cómo se viaja en tren, mucho menos podremos esperar que los que tienen que decidir en el plano del proyecto o en la letra de las normas, piensen en la forma de ferrocarril que realmente se necesita y no en la que el imaginario colectivo sueña. Pues en todo caso, ninguno de los decisores o dibujadores deja de pertenecer a nuestra misma Sociedad y Cultura.
En 2006, buscando decisores políticos que tengan los atributos necesarios para exigir a las autoridades la mejora de un servicio de larga distancia, uno de los Políticos se trajo a su "conocedor". Este se presentó como el que "en la década de 1970 había logrado que el Expreso BsAs-Zapala parara en su pueblo". Felicitaciones por tal ¿logro?. En vez de exigir que volviera a circular el tren regional que parara en todas, el Estado, por el pedido de un muchacho voluntarioso, había logrado retrasar definitivamente a un Expreso; que este recibiera gente a mitad de camino –que viajaría parada-; que esos pobladores debieran soportar subir a un tren que ya olía bastante feo por las horas de viaje; y que esos pobladores tuvieran que depender de los horarios de viaje de "un larga distancia" por la noche, en vez de un servicio diurno que los llevara a su región.
¿Qué tenemos aquí? Pues una Sociedad que alterna espasmódicamente entre "No Ferrocarril" y "Ferrocarril Todo". Nada en su armoniosa medida.
Supongamos a un señor de entre 55 y 65 años, decisor político o empresario, y otro dibujador por el Estado o por lo Privado. Sea que su trabajo o interés está en las dimensiones de la ciudad; el manejo de la logística; el transporte de las personas; el correo; o la Economía. Ese Señor está en el promedio de edad de los que toman decisiones y hacen dibujos que tienen o deberían tener en cuenta a la circulación y al transporte.
Sí, nuestro promedio de edad para esas personas claves está muy avejentado.
Esos Señores nacieron entre 1943 y 1953. Sus primeros trabajos y sus estudios de Grado, si los tuvieron, ocurrieron entre 1961 y 1975. Justo cuando el transporte urbano, el transporte fluvial, el transporte de largas distancias, la construcción de carreteras y hasta el desarrollo de las telecomunicaciones, EN NUESTRO PAÍS, sufrieron un gran golpe de desarticulación y de exoneración de la masa profesional y especializada en esas materias de TELECOMUNICACIONES Y TRANSPORTE.
No es que miles de personas se quedaron sin trabajo, el punto es que cientos de equipos interdisciplinarios de peones, capataces, técnicos, ingenieros, especialistas y profesionales en general, quedaron desmembrados y desparramados, tanto fuera como dentro de las empresas públicas, mixtas, municipales, provinciales y nacionales.
Para el caso de la Ciudad de Buenos Aires, la empresa estatal de transportes se liquidó en forma total y la generación de los "concesionarios privados" se limitó a incorporar como patrones o empleados solamente a los choferes y a algún que otro mecánico.
Sí, ni el Estado ni las nuevas empresas privadas tuvieron, siquiera, planificadores que analizaran como consumir menos gasoil y llevar más pasajeros en alguna forma analítica. Todo quedó librado al impulso errático. Ni siquiera el interés mezquino llevó a ninguna de las partes a pensar analítica y proyectualmente.
Aquí llego al punto: Desde 1961 a la fecha, nadie vivió ni vio obras y servicios de transporte verdaderamente nuevos en ninguna parte del País. No los vivió ni como usuario, peón de obra, empresario, funcionario, profesional o dirigente político. Apenas alguna que otra obra vial comenzó a mostrarse como realmente "nueva cosa" y en los '90 alguna que otra terminal portuaria.
¿Podemos enojarnos con los que no saben administrar bien un ferrocarril? Y no, por lo menos por lástima, debemos comprender que, ninguno de ellos JAMÁS estuvo en la concreción de una nueva línea ferroviaria ni un servicio realmente nuevo. Todos vivieron desde que entraron de aprendices el retroceso y hasta el desarme. No conocen más que de sacar un riel o rueda de acá para ponerlo allá.
Mucho menos pueden entender de esto los dirigentes o empresario. Pertenecen a la misma Sociedad.
Y los planificadores, los urbanistas, los decisores territoriales, los economistas y, por supuesto, los políticos, desgraciadamente, tienen suficientes justificaciones como para no tener en su haber cognitivo nada de la función de los transportes.
Así, cuando alguien habla del ferrocarril, hay suficientes razones para que piensen "ahí viene el de los ferrocarriles".
Imaginen a los apicultores. En el medio de un monte, una Comunidad explota las colmenas naturales y, de pronto, viene un apicultor y les trae colmenas de madera. Seguro que ellos pensarán "ahí viene el de las colmenas". No se darán cuenta que también es apicultor como ellos y tiene un mismo objetivo: Juntar Miel. Las Colmenas son solo una herramienta más.
Los argentinos somos simples apicultores naturales y consideramos que si alguien viene a proponernos cosas de transporte, es un fanático más que viene a hablar de transporte, peor aún si ese maniático viene a decirnos que hay un problema ferroviario.
Aceptemos que hay suficientes razones para perdonar a todos los que relegan a la cuestión ferroviaria a un tema de ferroviarios y fanáticos demodé. Los receptores jamás vivieron una verdadera cuestión de transporte en nuestro País (Rutas, aviones, barcos, ferrocarriles), y encima, los que hablan de trenes suelen ser un poco cerrados a que el tren es la solución de todos los males.
Digamos que, en el manicomio, hasta el cuerdo dice que no está loco y de nada le sirve.
Queridos transporteros automotrices y ferroviarios, no sean obcecados y fanáticos. Los transportes son una herramienta más de la sociedad, si se logra que eso se comprenda, vamos a tener buenos resultados y trabajo y negocios para todos.
Queridos resto de la Sociedad, especialmente periodistas, dirigentes, funcionarios, decisores, empresarios, economistas y planificadores territoriales, los transporteros (ferroviarios en especial), son un poco locos, es verdad, pero convengamos que esto sucede en Argentina solo hace 50 años. Comiencen a poner en la balanza esta pregunta: ¿No tendrá algo que ver la eterna problemática del Transporte Argentino con esto de que no le dan lugar a su importancia como uno de las herramientas sociales funcionales básicas? ¿No será que las decisiones del Transporte siempre las han relegado a meros "problemas técnicos" cuando son cuestiones estratégicas de Estado? ¿ No será que no han capacitado, donde fuere, a la suficiente masa crítica de peones, capataces, técnicos, profesionales, gerentes, diputados, senadores, funcionarios, economistas, dirigentes, periodistas en la temática de los Transportes y las Comunicaciones?

¿No será que nos enseñaron y hasta nos capacitaron para que no comprendamos nada sobre transportes y así llegamos a la desarticulación territorial y a los altos costos y baja oferta que hoy tenemos? ¡Qui lo sa!.



*de Jorge de Mendonça. jorgedemendonca@gmail.com
– DNI 14381615. Ingeniero White – Pcia de Buenos Aires –







Sábado, 02 de Febrero de 2008
HISTORIA DE LA TECNOLOGIA: UN REPASO POR LA VIDA DE LEWIS MUMFORD

LAS MÁQUINAS MÁS ANTIGUAS DE CARNE Y HUESO*


“Lo nuevo siempre nuevo, lo nuevo siempre igual”, recitaba Charles Baudelaire en los albores de la modernidad parisina. Lo nuevo: la muchedumbre, las fábricas, el progreso. Lo viejo: la ciudad de París. El poeta maldito, que convertía a borrachos, prostitutas y vagos –“sombríos” personajes de la pujante Francia del siglo XIX– en alimento de sus poemas, no hacía más que destilar en su prosa esa dialéctica propia de una cosmovisión que prometía, a lomos de ciencia y razón, poner en marcha una antigua Megamáquina. ¿Será realmente así?



*Por Pablo Capanna


A riesgo de exagerar me atrevería a decir que las palabras, tanto las que usamos como las que otros usan para usarnos, dominan nuestro destino de un modo mucho más decisivo que todos los astros del horóscopo. Se me ocurre esto porque acabo de descubrir hasta qué punto incidieron en mi vida dos palabras, ambas creadas por un escocés de quien hasta hace poco sólo conocía el nombre.
Una es "conurbano", y está en boca de todos los políticos. La otra es "tecnarquía": un término filosófico que fue acuñado para definir a la civilización tecnológica, aunque no tuvo suerte.
Esas palabras las inventó un escritor olvidado, Patrick Geddes (1854-1932).
Era botánico y geógrafo de formación, admiraba al utopista William Morris, y tenía vastísimos intereses, que incluían el urbanismo. El señor Geddes influyó en mi horóscopo sociocultural de un modo curioso.
Ocurre que hace muchos años que vivo en el conurbano, y fue allí donde escribí un libro titulado La Tecnarquía. Por supuesto, el conurbano bonaerense, con su feudalismo, sus calles de barro y sus tanques
atmosféricos, no se parece en nada al vergel residencial que soñó Geddes. La Tecnarquía, por su parte, es un libro ignorado, y si cada tanto algún europeo lo cita es porque ignora dónde vive su autor. Si se enterara, se moriría de risa.
Probablemente Geddes también hubiera sido completamente olvidado, de no ser por su amigo el estadounidense Lewis Mumford (1895-1990), que puso su prestigio al servicio de sus ideas y logró introducirlas en los grandes debates. Tanto lo admiraba que le puso por nombre Geddes a su único hijo.
Mumford fue uno de esos intelectuales que los Estados Unidos supieron generar en épocas más felices, al estilo de William James o Henry Adams.
Difícilmente se encuentre hoy algo parecido en los cuadros académicos, más preocupados por su propia supervivencia que por dar respuestas a la sociedad.
Alguien le puso el rótulo de "ecologista olvidado", pero se diría que el manoseo que ha sufrido la palabra "ecologista" no termina de hacerle justicia.

El crítico múltiple
Si a Geddes lo definían como "profesor de temas generales", Mumford fue el crítico de casi todo. En la época en que le tocó vivir, un autodidacta todavía podía tener cierta autoridad intelectual, quizá porque había quien confiaba más en el contenido de los libros que en las solapas y contratapas.
Mumford había conocido un mundo que hoy cuesta imaginar, y era capaz de recordar los tiempos en que Broadway se diluía en el campo, entre baldíos y gallineros. No tenía títulos universitarios, ni de los otros. Dejó el College después de un solo año de estudios, alarmado por un diagnóstico de tuberculosis. Pasó una corta temporada en la Marina y luego comenzó a abrirse paso en el periodismo. En esos tiempos no había manuales de estilo, ni ciencias de la comunicación, pero siempre era posible que se colara algún
buen escritor.
Lector omnívoro, se destacó por su capacidad para moverse cómodamente en el campo de la ciencia y la tecnología tanto como en el de la cultura y la sociedad.
Fue él quien rescató del olvido la obra de Herman Melville y lo hizo clásico. También ayudó a encumbrar a Louis Sullivan y Frank Lloyd Wright, y difundió las ideas de Geddes sobre la integración de la ciudad y el paisaje.
Pero, a pesar de ser amigo de Frank Lloyd Wright, no dudó en describir al Museo Guggenheim como "una monumental caja de píldoras", y en 1970 criticó duramente el World Trade Center cuando recién lo estaban construyendo.
Sufrió la influencia de Spengler (casi inevitable en su tiempo), pero la despojó de ese pesimismo que prologaba el fascismo. Fue amigo del sociólogo Thorstein Veblen, pero se opuso a la tecnocracia cuando se convirtió en un movimiento político, y no dejó de distanciarse del elitismo cultural de Eliot o Adams.
También fue amigo de Vannevar Bush, el cerebro de aquello que sería el sistema de investigación y el complejo militar-industrial. Fue belicista en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, pero la pérdida de su hijo lo hizo cambiar radicalmente. En 1946 ya era uno de los primeros en oponerse al armamentismo nuclear.
Sus ensayos, desde Historia de las utopías (1922) hasta Apuntes del natural (1982) mantuvieron una gran audiencia por décadas. Sus ideas influyeron sobre E. F. Schumacher, el economista de los "verdes"; sobre Herbert Marcuse, el filósofo de la izquierda sesentista; y sobre Marshall Mac Luhan, el profeta de los medios. No es poco.

Ejército de soldados de Terracota - Ci'an, China, 209 A.C.

De la utopía a la ciudad
Recientemente, la filosofía de la tecnología ha llegado a los planes de estudio, pero el pragmatismo ha hecho que fuera relegada a los ingenieros.
Es sabido que los profesores no descansan hasta reducirlo todo a cuadros sinópticos o precisas enumeraciones. Son ellos quienes sentenciaron que en este campo hay dos escuelas: la "ingenieril" del alemán Ernst Kapp y la "humanista" de Mumford.
En realidad, las diferencias no son tantas, porque de un modo más o menos indirecto ambas líneas provienen del romanticismo. Sólo que en el caso de Mumford se percibe algún eco del utopismo social y del anarquismo teórico.
Mumford inició su carrera ocupándose de la historia de las ciudades y la utopía, pero le dedicó a la tecnología varios libros, desde Técnica y civilización (1934) hasta El mito de la máquina (1970). En su última etapa se puso bastante pesimista y evocó una pesadilla de Leonardo Da Vinci para hacer sombríos pronósticos sobre el avance de la manipulación.
Aun cuando en el ámbito anglosajón es costumbre hablar de "tecnología", Mumford seguía el criterio europeo y prefería la palabra "técnicas". No era una extravagancia. Pensaba que la tecnología era parte de la técnica: un concepto más amplio, que incluye arte, costumbres, juego e instituciones.
Más precisamente, definía a la técnica como "la interacción entre el medio social y la innovación tecnológica". Pensaba que lo que importa no son sólo las máquinas, los procesos, los recursos o la energía, sino la forma en que cambian la vida en sociedad.
Mumford fue uno de los primeros en pensar la historia de las técnicas como algo más que una lista de inventos. No era demasiado optimista y no dudaba en comparar la desmesura de los emperadores asirios con la lógica del Pentágono, el Kremlin, las multinacionales y la carrera armamentista.
Tampoco dejaba de comparar la obsesión por la conquista del espacio con la sublime inutilidad de las pirámides egipcias, monumentos elevados a la gloria de un solo hombre. Como era imaginable, fue uno de los primeros en oponerse a la intervención norteamericana en Vietnam.

Del trabajo a la industria
Para muchos, Mumford es el filósofo de las ciudades. Para otros es el historiador de la técnica y también hay quienes apelan a él en busca de una versión alternativa del progreso.
Una de sus contribuciones a la historia de la técnica es una periodización hecha en función de los recursos energéticos, que a grandes rasgos aún conserva validez.
Si bien opinaba que las herramientas habían sido sobrevaluadas para la historia de la civilización, Mumford trazaba una analogía con el Paleolítico y el Neolítico.
La era "Eotécnica" o preindustrial recurría a la energía hidráulica y eólica, gracias a dos innovaciones tan importantes como la rueda hidráulica (siglo II a.C.) y el molino de viento (s. XI). El transporte se hacía por ríos y canales.
La entrada en la era "Paleotécnica" (la Revolución Industrial) la marcaba la invención del reloj mecánico. Mumford tomó esta idea de Marx, quien señaló que sin la medición del tiempo de trabajo nunca hubiera podido existir la industria moderna.
Pero, en su visión, el Paleotécnico era tan primitivo como el Paleolítico.
Mumford fue uno de los primeros que denunciaron, además de la explotación y las condiciones de trabajo, la contaminación y el derroche de recursos, con un criterio que hoy llamaríamos ecológico.
Solía recordar que el trabajo en las minas, que hasta entonces había sido un castigo, se volvió una forma normal de vida cuando el capitalismo industrial comenzó a levantar esos sombríos barrios obreros de la época de Dickens.
La siguiente etapa era la "Neotécnica", que usaba la electricidad y el motor de explosión. La última, que Mumford profetizaba para el futuro cercano, se llamaría "Biotécnica".
La imaginaba orientada hacia una "politécnica", que apuntara más a la calidad de vida que al crudo beneficio. Pero por una ironía de la historia, la Biotecnología, que efectivamente estaba gestándose cuando Mumford aún vivía, nació sometida a criterios de lucro.

La Megamáquina
Según una de las tesis más paradójicas de Mumford, hubo máquinas antes de que existieran la mecánica y la industria. Eran "máquinas" humanas compuestas por centenares de cuerpos las que levantaron enormidades como las Pirámides egipcias, la Gran Muralla china, los templos mayas o el canal de
Corinto romano.
Ningún arqueólogo encontrará sus restos. Si los encuentra, no los identificará como piezas de una máquina porque se componían de seres humanos ensamblados, sincronizados y controlados por una dura disciplina. Quizás el único fósil que nos dejó la Megamáquina sea aquel ejército de guerreros chinos de terracota que Mumford no llegó a conocer.
La primera máquina de carne fue bélica: la falange, la centuria, el batallón o el regimiento eran sistemas mecánicos muy eficientes, pero las únicas huellas que dejaban eran montones de huesos.
De la máquina de combate nació esa máquina de trabajo que construyó los grandes monumentos para endiosar la voluntad del déspota. Mumford sugiere que quizás hayan nacido para aprovechar el exceso de mano de obra que la economía campesina de subsistencia no alcanzaba a ocupar.
Ya fueran esclavos o asalariados, eran hombres arrancados de su aldea, puestos a disposición del Estado. Su sistema nervioso era la burocracia, que no en vano nació en Egipto y China.
En los bajorrelieves asirios, donde los emperadores se jactaban de sus masacres, Mumford veía retratada la Megamáquina: centenares de individuos encorvados, tirando de cuerdas, cargando piedras o empujándolas, estrechamente vigilados por una jerarquía de capataces que les transmiten órdenes y garantizan que las cumplan.
A Mumford también se le ocurrió relacionar la técnica con el autoritarismo y la libertad. Para él, las innovaciones técnicas del tipo de la rueda hidráulica o el molino de viento eran más democráticas, en cuanto descentralizadas, flexibles y variadas.
Las dos revoluciones industriales, en cambio, habían sido "monotécnicas", es decir dominadas por una innovación casi excluyente. El ferrocarril y la máquina de vapor habían construido la sucia Cokesville de Dickens en la era Paleotécnica.
En la Neotécnica, el automotor exigía "sacrificios rituales": los accidentes de tránsito. Se podría decir que Mumford también hubiera considerado monotécnica a las tecnologías del presente, que ofrecen más comunicación que salud.
A todo esto, las megamáquinas burocráticas han sido desactivadas, al punto de volverse ineficientes con la demolición del Estado. ¿Se puede hablar todavía de megamáquinas humanas, cuando las masas están más atomizadas y anómicas que nunca?
Acabo de darme cuenta de que en el conurbano, la locomotora electoral del país, impera una megamáquina, improductiva a los fines de la producción de bienes y servicios, pero muy eficaz a la hora de acumular poder y controlar el descontento.
Sumamente flexible, puede estar al servicio de distintos faraones, sátrapas, capataces y punteros, pero crece y se consolida con el tiempo, porque todos la usan.
Ahora no se llama Megamáquina. Le dicen el Aparato.



*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/futuro/13-1860-2008-02-02.html






Sábado, 02 de Febrero de 2008
Tergiversaciones y verdades*



*Por Osvaldo Bayer
desde Bonn, Alemania Federal


Los defensores del llamado sistema dominante han apelado a los más distintos y disparatados sistemas de confusión. Se tergiversa hasta la Historia para salir adelante. Siempre se ha hecho. En este momento en Alemania ha comenzado una polémica muy fuerte que va a dejar roncos a buena parte de intérpretes, ideólogos, filósofos sociales, historiadores, periodistas y protagonistas. Un conocido historiador alemán, el doctor Goetz Aly, profesor en Francfort, ha sostenido que el movimiento nazi de 1933 y el movimiento estudiantil de 1968 fueron lo mismo, buscaban las mismas metas. No es ya confundir chicha con limonada, no, esto ya es igualar lo blanco con lo negro, el agua con el fuego. La interpretación del profesor Aly ha sido publicada por el diario Frankfurter Rudschau que le dedicó las cuatro páginas centrales. Esto cae justo ya que en Alemania se cumplen 75 años de la toma del poder por los nazis y cuarenta años del movimiento estudiantil del ’68. Un momento justo para preguntarse todos entre sí. Bueno: qué es lo que pasó y más aún, por qué pasó o tuvo que pasar esto. El mencionado historiador titula su trabajo nada menos como “Los padres de los del ’68”. Justamente, padres que vivieron el nazismo, lo apoyaron y fueron a la guerra, y que fueron protagonistas –o por lo menos se callaron la boca– de la política racista y del Holocausto, sí pues, los hijos de ellos fueron los que van a hacer el increíble movimiento estudiantil que iba a cambiar Alemania mucho más de lo que había tratado de hacerlo Hitler, pero en sentido contrario. Hitler perdió. En cambio, el movimiento estudiantil del ’68 dejó principios que fueron cambiando muchas normas de vida. Cambios que han quedado sedimentados: el antiautoritarismo, las reformas educativas, las libertades a la mujer, las normas de vida (por ejemplo ya nadie ve mal la vida en pareja, cosa que antes era un pecado insoportable), las libertades que hoy gozan los hijos y su opinión frente a los padres. Además, los puntos de partida fueron muy distintos: la juventud alemana de la década del veinte soportaba el fracaso de la República de Weimar con sus millones de desocupados, las luchas internas de sus partidos políticos, la pobreza extrema y sin salida, y salieron a apoyar al demagogo que le echaba la culpa de todo a los judíos y al sistema y los hacía creer que eran los mejores del mundo. Los protagonistas del ’68, en cambio, venían de una sociedad que había llegado al consumismo como ideal, que no tenía grandes problemas sociales y que actuaba en total consonancia con Estados Unidos y el sistema capitalista. El consumismo al que no le importaba ni el Tercer Mundo ni la destrucción de la naturaleza. Los estudiantes del ’68 soñaban con terminar el sistema de los partidos políticos e imitar a los revolucionarios alemanes del ‘18, con sus repúblicas de los consejos de obreros, campesinos y soldados, de aquel tiempo, que esta vez serían transformados en consejos de mujeres y hombres por igual, donde todo se resolvería en asambleas. Es decir, para superar ese pasado criminal del racismo y las guerras y al mismo tiempo superar el sistema capitalista de desigualdades y países pobres y países ricos, de jerarcas y desocupados, había que hacer una revolución bien desde abajo, empezando por las universidades.
Para seguir con los argumentos del historiador Goetz Aly: éste señala que los dos movimientos, el nazi y el de los estudiantes del ’68 fueron movimientos juveniles. Y para eso da los datos de los jerarcas nazis, cuando tomaron el poder: Hitler, 44 años; Goering, 40; Goebbels, 35; Heydrich, 38; Albert Speer, 27; Eichmann, 26; Mengele, 21; Himmler y Hans Frank, 32.... Y la titula una “dictadura de la juventud”. Goebbels, el ministro nazi de Propaganda decía en medio de la guerra, en 1943: “Se puede decir, en efecto, que Alemania es gobernada por su juventud”.
Demagogias, nada más que demagogias. Lo que no dice el historiador Goetz Aly es que el gran capital alemán –que había apoyado la guerra de 1914– había apoyado también a Hitler y éste, a pesar de llamarse “nacional-socialista” seguía respetando al poder industrial. Nada tiene que ver la juventud para tratar de igualar a los jóvenes nazis con los jóvenes del ’68.
Los estudiantes del ‘68 eran pacifistas y lo protagonizan con sus demostraciones contra la guerra de Vietnam y la intervención de EE.UU. en ese conflicto.
El hitlerismo mantuvo los preconceptos de la sociedad con respecto al sexo y al comportamiento de las mujeres. Y eso siguió en todo el mundo hasta la década del setenta, en que comenzó a cambiar todo. Y ese cambio se atribuye al Mayo Francés y a las repercusiones del “‘68” alemán. Es patético el caso de la diputada alemana Lenelotte von Bothmer, socialdemócrata, quien fue la primera legisladora que se presentó a las sesiones de Diputados en pantalones. Hacía pocos días, el presidente de esa Cámara había sostenido que prohibiría que hiciera uso de la palabra toda legisladora que apareciera en pantalones. Uno de los diputados le reprochó: “Lo único que falta ahora es que la próxima se aparezca mostrando las tetas”. Actualmente, la primera ministra alemana Angela Merkel viste exclusivamente pantalones. Pero más todavía acerca de la estrechez mental en que se encontraba la sociedad del mundo en general. En Alemania, en esos años valía aún el parágrafo 175 por el cual se penaba con hasta diez años de prisión a todo hombre que tuvieran relaciones sexuales con otro hombre. Bien hoy, los burgomaestres de Berlín, Klaus Wowereit, y el gobernador de Hamburgo, Ole von Beust, se han declarado homosexuales, lo mismo que el presidente del Partido Liberal, Guido Westerwelle.
Toda la definición se reduciría a dos comprobaciones: el ‘33 alemán fue absolutamente autoritario; el ‘68, fue totalmente antiautoritario. Ahí hay que buscar la diferencia.
Que los hijos de los nazis del ‘33 fueran los estudiantes del ‘68 no tiene nada que ver en la sospecha de la igualdad de principios sino todo lo contrario. Porque justamente esa primera generación después del nazismo es la que se preguntó: ¿por qué hicieron eso nuestros padres, esos crímenes aberrantes, esa agresión a toda Europa? Yo lo puedo decir porque lo viví ya que en 1952 vine a Alemania a estudiar y en la Universidad de Hamburgo me enrolé en la Liga de Estudiantes Socialistas Alemanes, que pertenecía a la Socialdemocracia y tuvimos como profesor varias veces al propio Willy Brandt. Justamente allí comprobé que el gran tema para esa primera generación después de Hitler, era tratar de explicarse por qué sus padres habían podido integrarse a un movimiento que iba contra todos los principios de la ética, y que podría definirse como que su único dogma era el “Viva la muerte”. Allí, ya en los cincuenta había comenzado la reacción que desbordará a fines de los sesenta, con el masivo movimiento estudiantil que acabará con el autoritarismo en la enseñanza.
La reacción de los lectores del ensayo del profesor Goetz Aly ha sido rápida y definitiva.
Uno le dice al autor: “Con ese razonamiento se podría señalar la misma identidad de esencia entre un triciclo para niños y un tanque de guerra blindado con cañones y ametralladoras. Bajo el argumento de que los dos son ‘vehículos’”. Y otro le responde al historiador Goetz Aly: “Con el mismo razonamiento, usted podría demostrar que ‘Dabbeliú’ Bush es un discípulo directo del Mahatma Gandhi, el pacifista por excelencia, por tener ambos la misma altura física”.
Sí, porque el verdadero culpable de todo ha sido el sistema que domina al mundo. Y que no se puede dejar de lado con interpretaciones pseudo academicistas igualando a los que trajeron la muerte y a los que lucharon por más libertad en una sociedad que esos estudiantes definieron como “bajo sus sotanas se esconde el moho de mil años”. (Al decir “sotanas” los estudiantes se referían al vestido talar que llega hasta los talones, que usaban los rectores y profesores en las entregas de títulos.)
Lo de comparar al nazismo con el movimiento estudiantil del ’68 es lo que nosotros, los argentinos, conocemos bien como la “teoría de los dos demonios”, con lo cual quiso explicarse toda nuestra tragedia, para así “mirar para adelante”.
Pero la prensa europea ha dado lugar hoy a una noticia que enorgullece a quienes no le quitaron el cuerpo a la discusión sobre nuestro pasado. La noticia de que las Madres tomaron posesión de un lugar para la cultura en el edificio del complejo de la Armada, en Núñez, donde se torturó y “desapareció” a miles de personas. Un hecho por demás significativo. Todo un emblema. Y las Madres y quienes las acompañaron al acto dibujaron soles y flores. El triunfo final de las Madres. Enseñar cultura y futuro a las próximas generaciones. Volver a dar Vida.



*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-98372-2008-02-02.html





*


perdóname por no besarte
perdóname por no tocarte
es que no puedo mentirte

perdóname por no estar a tu lado
perdóname por no invitarte a salir
es que tengo miedo de lastimarte

perdóname por haberte amado
perdóname por creer en el amor a primera vista
peor seria que ahora este a tu lado

perdóname por todo linda flor
perdóname no haberte seguido
como el girasol sigue al sol

si pudiera echar el tiempo atrás
me hubiera gustado no haberte visto
TE AMO FLOR
pero como dije antes
tengo miedo de lastimarte



*de Matias Ezequiel Laportilla brandsen@ferrobaires.gba.gov.ar




*


Queridas amigas, queridos amigos:


El domingo 3 de febrero del 2008 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música del compositor brasilero Jorge Antunes. Las poesías que leeremos pertenecen a Lucas Duarte (Colombia) y la música de fondo será de Llaqtamasi (Andes).
¡Les deseamos una feliz audición!


ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at
(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!!


REPETICIÓN: ¡La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!
Cordial saludo!


YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com


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Inventiva Social publica colaboraciones bajo un principio de intercambio: la libertad de escribir y leer a cambio de la libertad de publicar o no cada escrito. los escritos recibidos no tienen fecha cierta de publicación, y se editan bajo ejes temáticos creados por el editor.
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Respuesta a preguntas frecuentes

Que es Inventiva Social ?
Una publicación virtual editada con cooperación de escritores y lectores.

Cuales son sus contenidos ?
Inventiva Social relaciona en ediciones cotidianas contenidos literarios y noticias que se publican en los medios de comunicación.

Cuales son los ejes de la propuesta?
Proponer el intercambio sensible desde la literatura.
Sostener la difusión de ideas para pensar sin manipulación.

Es gratuito publicar ?
En inventiva social no se cobra ni se paga por escribir. La publicación de cada escrito es un intercambio de libertades entre el escritor y el editor, cada escritor envia los trabajos que desea compartir sin limitaciones de estilo ni formato.

Cómo se sostiene la actividad de Inventiva Social ?
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Cómo ayudar a la tarea de Inventiva Social?
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