ESTACIÓN EMITA.
*Foto de Héctor Ángel Benedetti.
Inventren
|
Cadena Trófica
que incluye a
la Estación Emita*
El Sol se
traga cada mañana
el tabique de
nuestras casas,
el rojo de
las nubes
(las deja
blancas),
se traga su
propia esfericidad
y revienta.
Las plantas
se tragan la Luna
(quien no
sabe tragar),
las alas de
los insectos,
las paredes
de la estación del tren,
se tragan su
nombre
y no
revientan, sino todo lo contrario.
Lo que la
Estación Emita traga
son los pasos
del tiempo
(de quien no
se sabe cómo es que los da),
lo que pensamos
mientras le miramos,
lo que se
escribe acerca de ella
y nos
revienta,
porque
aprendió a soplar dentro de nosotros
todo lo que
se traga,
(mientras
leía revistas para adelgazar).
Pero en esta
historia,
la única que
mastica resulta ser la Luna,
(ni traga ni
sorbe,
solamente
mastica):
Nos mastica y
escupe,
o nos muerde
los dedos.
A la Estación
Emita
se la tragó
el progreso,
se la pasó de
un bocado la modernidad,
a mí me ha
tragado la inflación,
el salario
mínimo, la deuda externa...
La guerra que
viene
y ver día a
día que, como quien dice,
hay muchas
familias
de aquí y de
allá,
que no tienen
ni qué tragar.
ESTACIÓN EMITA
EL TREN HACIA
LA NADA*
Just a small town girl
Living in a lonely world
She took the midnight train
Going anywhere…
Don´t stop believing
Journey
En las noches, cuando los
párpados se resisten a continuar la lectura de turno, abordo el tren hacia la
nada.
He circulado en este tren
desde que tengo recuerdos. A pesar de que el viaje es en un solo sentido,
puedo recordar con nitidez de óleo y pincel fino sus múltiples paradas. Puedo
verlas, si abro determinadas ventanas temporales: ahí está mi infancia en el
castillo de hojas, mi adolescencia solitaria, el descubrimiento del amor, la
primera visión del rostro de mis hijos, las emociones recibidas o entregadas,
alegría, silencios, lágrimas, aquellos que han ido bajándose en diferentes
estaciones, unos tras un largo viaje, otros tras un breve recorrido,
suficiente para dejar su impronta en el resto de los viajeros.
A veces cambio de cubículo.
Hacer el viaje en compañía solo vale la pena cuando es agradable, cuando del
intercambio salimos ganando los ocupantes. No es triste, me da la oportunidad
de conocer nuevos pasajeros, registrarlos en mis recuerdos, quedar en su
memoria. Guardo una grata nostalgia de vagones anteriores, pero intento vivir
intensamente el aquí y ahora de cada asiento que ocupo, aprender lo máximo
que me brinda el momento. Es la esencia del viaje.
Puedo considerarme afortunada,
he vivido experiencias extraordinarias. He logrado atisbar realidades cuyas
reminiscencias me acompañan al despertar y dan vida a mis creaciones
literarias. He viajado a mundos paralelos, donde mis almas gemelas se debaten
en similares
incertidumbres. He
vislumbrado la presencia de seres que a otros pasan inadvertidos, peregrinos,
mensajeros o simplemente extraviados en la grieta que separa los universos
alternativos.
Pero lo mejor del tren, lo que
más adoro y me hace aguardar con alegre paciencia el instante de abordarlo
cada noche, es que, no importa si largo o corto el camino – aunque siempre ha
de valer la pena -, si solos o en compañía, sea cual sea el destino,
conocemos cuál ha de ser la última parada.
*De Marié Rojas
Tamayo.
La Habana. Cuba.
*
Entre algunos
versos
de este
libro,
sin ninguna
palabra que los nombre,
cruzan trenes
en la
noche.
-¿Estás
despierta?
-te pregunto,
mientras los
árboles
murmuran
y los silbos
revuelan
en nosotros.
Entre algunos
versos
y olvidos,
el aire trae
un tono,
un augurio
-sones y ecos
de las sombras-,
que
respiramos y se
pierden
en lo lejano
y lo
impensado,
sin ninguna
palabra
que los
nombre.
*De Eduardo
Dalter. eduardodalter@yahoo.com.ar
-"Nidia".
Ediciones del Nuevo Cántaro. Buenos Aires. 2007
Nos veremos
otra vez*
Llueve, y
llueve fuerte. Afuera de la ventanilla el horizonte esta velado por una
cortina de agua.
Nos queda
intentar arreglar las cosas desde la literatura piensa el hombre.
El arquitecto
Ricardo Klepta acaba de ver a Irene entrando al vagón. Le hace señas para que
se siente al lado de él. Irene que tarda en reaccionar, pasaron casi 20 años.
El pasado es otra persona, otro mundo al que ya no pertenecemos, y eso
incluye a las personas que quedaron allí apresadas en esas capsulas
congeladas.
Pero el
saludo es emotivo, abrazo, besos. Esa sensación de vértigo que da el no ver
al otro en décadas.
¿Cómo me
reconociste? –Pregunta Irene.
-Sos vos,
igualita antes del tiempo, solo te falta el cigarrillo en los labios y el
humo dejando fantasmas.
-Me
prohibieron el cigarrillo, pero yo fumo a escondidas, es un ritual personal y
no voy a renunciar mientras el cuerpo me lleve hasta un kiosco y pueda
comprar los cigarrillos por mi misma.
Ricardo
recuerda esa imagen en el estudio de arquitectura donde ambos trabajaban. La
vista fija de Irene en la ventana, como no viendo o viendo otra cosa. Ese
aire a la Pizarnik que descubrió cuando la vio leyendo un libro con la foto
de Alejandra en la tapa.
Irene que le
dice con aquel libro en mano y su infaltable cigarrillo en la boca:
-Decidí que
iba a fumar una tarde a los 11 años viendo a mi abuelo fumar en el patio.
“Veía a mi
abuelo fumando solo en el patio. Esa concentración de estatua viviente
imposible de describir: ¿en que pensaba?
Viéndolo con
ese hilo de humo que se disipaba en el aire dejando siluetas que jugaba a
descubrir mi abuelo era una locomotora mansa. Era de los viejos de antes,
macizos, parecían invulnerables. Esos bigotes tipo manubrio de bicicleta que
después descubrí que eran igualitos a los de Hindenburg.
Como los
abuelos de muchos otros niños mi abuelo había sido foguista ferroviario.
El abuelo
armaba sus propios cigarrillos sin filtro o fumaba en pipa, pero yo empecé a
fumar en la adolescencia los negros
Parisiennes,
éramos minoría las mujeres que fumábamos negros”.
En un momento
se funden los recuerdos con la palabra presente de Irene que evoca los
momentos compartidos: me encantaban esas horas donde no pasaba nada o no
había trabajo y se hablaba, se fumaba y se tomaba mate hasta la hora de irse
cada cual a su casa.
Llueve mucho
che, el tren parece un barco. En este momento ya debe haber gente con el agua
al cuello. –dice Ricardo volviendo por un instante la mirada a la ventanilla
¿Te acordas
del proyecto de la casa-barco? Dice Irene.
-Vendría bien
retomarlo, todavía tengo cuadernos con apuntes y los planos enrollados.
De memoria :
“El barco casa es una unidad transportable, pensada para ser utilizada
como vivienda en medios urbanos manteniendo sus características de
flotabilidad ante situaciones de inundación extrema” recuerdo la risa de los
dueños del estudio, “ni en el Delta lo usarían”.
-Vos
terminabas indignado Ricardo.
-Algunas
veces los maldecía en polaco y otras en ruso. Y si me preguntaban, les decía:
consíganse traductor a mí me pagan por proyectista.
La música
funcional del tren les acerca a Serú Girán.
¿Te acordas
cuando lo desafinábamos a dúo? –dice Irene abriendo bien grandes sus ojos
verdeagua.
Si te hace
falta quien te trate con amor
Si no tenés a
quien brindar tu corazón
Si todo
vuelve cuando más lo precisás
Nos veremos
otra vez
Un encuentro
casual puede ser fulgor. Alegría imprecisa. Un puente sobre el tiempo que
puede ser a la vez una promesa.
La estación
Emita como futuro impredecible esta todavía lejos.
*De Eduardo
Francisco Coiro. inventivasocial@hotmail.com
EFÍMEROS
PAISAJES*
¿Dónde están
esas vidas?
Cuerpos, sólo
cuerpos desvencijados
Perturbados
La confusión
y el olvido
Plasmados en
efímeros paisajes:
Desolados,
secos
Faltos de
latidos
Embebidos en
lástima, por otros
Por sí
mismos.
Manos
caritativas
Alivian el
frío de sus noches y de sus días.
Tal vez los
últimos.
www.destilandosentimientos.blogspot.com
www.ruthanalopezcalderon.blogspot.com
*
No hay como
ponerle cintas negras
a la
maravillosa libertad de los cabellos
Salpicar el
viento con látigos de tinta
oscuros, como
la voz de la noche
Mi túnica es
así
hoy y siempre
será así
Yo cubro mis
hombros
y doy fe a
mis omóplatos
con la música
de un café
cada noche y
cada mañana
Y con la
jarra que me ordena las respuestas
lavo mis
pies,
para
salvarlos de sus deudas.
Mis manos, en
cambio,
anidan en los
vagones
de este tren
que me empuja
viento
arriba,
como dos
trozos de papel que bailan
para el
insaciable perfil
de sus ojos
despiertos.
*De Marcela
Lokdos. lokdos1@yahoo.com.ar
PRIMER ÚLTIMO
TREN. EL TREN*
El tren no se
detiene jamás, por el fuera las cosas carecen de realidad. Sólo hay aquí el
ritmo de los sacudones constantes que ya no se sienten, el ruido que forma un
continuo, el olor de los vagones y la gente sentada eternamente, comiendo de
envoltorios que terminan arrugados en los pasillos.
Yo camino
buscando ese cine móvil, que se mueve porque el tren se mueve y se mueve
porque sorprendentemente aparece a diferentes distancias de la locomotora,
que, como el vagón de cola, son los hitos inmóviles que a la vez se
desplazan.
Encuentro la
puerta que comunica con la oscuridad. La película de ahora es japonesa. Ya ha
comenzado, jamás logro ver los títulos de inicio, siempre los finales.
Hay gente en
un enorme edificio rodeado por el otoño. Los jardines son memorables, tienen
esa sutileza oriental en el dibujo de las ramas tenues sobre cielos blancos.
Las personas,
lo adivino después, están muertas. Han llegado a un lugar de tránsito donde
deben escoger un instante, el instante más feliz que hayan vivido, para pasar
en él la eternidad. Tienen un tiempo para hacerlo.
Los vemos
recordar, buscar, debatirse entre instantes afortunados. Hay quien fue un
mujeriego desapegado, pero decide que la eternidad será un momento con su
familia. Hay el joven desdichado que no puede recordar un solo momento de
felicidad plena, pero descubre que puede pasar la eternidad en el recuerdo
dichoso de otra persona, esa otra afortunada persona que fue feliz gracias a
él. Y hay una ancianita.
Hay una
ancianita, una viejita que no escucha lo que le dicen, que no responde, que
en un momento hace callar a su instructor para poder oír el bello canto de un
pájaro que llega por la ventana. Ancianita japonesa, minúscula viejita de
manos de niña, levanta el dedito y señala la ventana, para que el joven calle
y se dibuje en amarillo el trino que llega de afuera. Recoge piedritas en el
jardín, y las coloca sobre el escritorio notando la belleza de esas simples
piedras tan poco valiosas para la mirada del hombre que la estudia con aire
preocupado.
Y el hombre
estudia a la ancianita, a la minúscula viejita de rostro de muñeca cuarteada,
hasta que descubre lo evidente. Dice que pensó que sería la más difícil, y
es, en cambio, la más simple. Ella ya ha escogido en qué lugar pasar la
eternidad. Lo ha escogido desde antes de morir. Como casi todos, se ha vuelto
a la infancia, donde la absoluta y plena felicidad es posible.
Y dónde, me
pregunto, adónde elegiría, yo, detener el tiempo para siempre. En qué lugar,
me pregunto, pasaría yo la eternidad. Cuándo fue el momento de felicidad que
desearía proyectar en el presente absoluto, futuro y pasado fundidos en un
único instante continuo.
El tren se
aleja, o se acerca. El tren sigue su marcha traqueteante por la llanura
mientras pienso esto, sentada yo en una butaca de un vagón en penumbras.
Me sobresalta
la carcajada de Oliver Reed, que ha muerto; la sonora carcajada de Oliver
Reed que ha vuelto hacia atrás la cabeza, me mira con fijeza y súbitamente,
bruscamente, brinda por mí bebiendo del pico de su eterna botella siempre
llena.
Experiencia en
el tren*
Recuerdo que
viajaba en el tren y soportaba
la tiranía de
mí mismo, los ojos
girando en
los límites del cerebro,
pensando en
cosas sin salida
tambaleando
en callejones equivocados.
Pero de
pronto el viento me golpeó la cara
y hasta el
final del viaje
retuve su
canción en mis pulmones.
Recuerdo que
fui suave y feliz
tan
densamente vivo
y el asunto
lo juro que era bueno.
Fue algo así
como el
radiante comienzo de una fiesta,
¡algo así
como ser
necesario a todo el mundo!
*De Joaquín
O. Giannuzzi.
Obra Poética.
EMECÉ. Buenos Aires, edición del año 2000.
Estación
otoño*
Es esa voz
que nace debajo de mi costilla,
como si la
pariera en mi vientre infinitas veces.
Es ese
impulso que me habita y ruge la prisa
del último
vagón de un tren repleto de su cadáver
Es esa
ausencia braceando mi nombre
a través de
las ventanas
como
queriendo acelerar mi paso hacia…
Hay un lugar
donde me pierdo,
donde coso el
tiempo de a veintidós puntadas.
Donde mi
ayuda es una aguja ciega
con ojo de
noche eterna
Donde mi
estancia es esa cruz horizontal
clavada sobre
mi rastros.
*De Marcela
Lokdos. lokdos1@yahoo.com.ar
***
Inventren Próximas estaciones:
LUCAS
MONTEVERDE.
-Por Ferrocarril Provincial-
INDACOCHEA.
-Por Ferrocarril Midland-
-Colaboraciones a inventivasocial@yahoo.com.ar
http://inventren.blogspot.com/
Al salir de la Estación de
empalme Ingeniero de Madrid, el Inventren sigue un doble recorrido
por vías del ferrocarril Midland con destino a Puente Alsina, y por vías
del ferrocarril provincial con destino a La Plata.
-las estaciones por venir en
el ferrocarril Midland:
LA RICA. SAN SEBASTIÁN. J.J. ALMEYRA. INGENIERO WILLIAMS. GONZÁLEZ RISOS. PARADA KM 79. ENRIQUE FYNN. PLOMER. KM. 55. ELÍAS ROMERO. KM. 38. MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO. LIBERTAD. MERLO GÓMEZ. RAFAEL CASTILLO. ISIDRO CASANOVA. JUSTO VILLEGAS. JOSÉ INGENIEROS. MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE. ALDO BONZI.
KM 12. LA
SALADA. INGENIERO BUDGE.
VILLA FIORITO. VILLA
CARAZA. VILLA DIAMANTE.
PUENTE ALSINA.
INTERCAMBIO MIDLAND.
-las estaciones por venir en
el ferrocarril Provincial:
EMILIANO REYNOSO.
SALADILLO
NORTE. GOBERNADOR ORTIZ DE ROZAS.
JOSE RAMÓN SOJO. ÁLVAREZ
DE TOLEDO. POLVAREDAS.
JUAN ATUCHA. JUAN
TRONCONI. CARLOS BEGUERIE.
FUNKE. LOS
EUCALIPTOS. FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.
GOBERNADOR UDAONDO. LOMA VERDE.
ESTACIÓN
SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR
OBLIGADO. ESTACIÓN DOYHENARD. ESTACIÓN GÓMEZ DE LA
VEGA.
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R. MORENO. EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL
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