ESTACION LAS MARIANAS

Poesía en los andenes...

EL TREN DE LAS 18*
Con su estertor
como un punto o una peca negra
una mancha voraz ocupando la planicie
o bien como un cimbronazo del horizontes
irrumpía el tren de las dieciocho

columpiando sus distancias en uno y otro ojo.
El asunto estaba en ese acontecer de la tarde
donde bajaban y subían saludos
bultos varios y uno que otro grito de andén

como si todo la congoja y la nostalgia
la risa y los temores
se detuviesen un instante en los umbrales
para, luego, salir cual arcón mágico por la pampa.
*de Oscar A. Agú. cachoagu@yahoo.com.ar

POEMA SIN OJOS*

Tras los párpados cerrados
se condensan las imágenes.
Círculos, muchos círculos
grises, anillos de bordes
netos, esferas de colores
chocan y se entremezclan;
algunas explotan, como las nubes.
Las nubes llueven, casi siempre.
Los círculos se abren, me devoran,
en su interior me encierran
suben
me elevan
giran
bajan
se dilatan
caigo
resbalo
no veo el abismo

las nubes llueven, casi siempre
llueven...

Tiemblo
tirito
hace frío
en ese pozo negro y húmedo
inhóspito
inahabitable
oscuro.

Como una tumba, como la muerte.
Detrás de los párpados cerrados
se borraron las imágenes.
Soy un poema sin ojos.
*de Fanny Garbini Téllez. fannyte@ciudad.com.ar

InvenTren

Siempre que menciono el tema me retrotrae a algunas experiencias vividas en mi infancia, hasta mi adolescencia, inclusive. Y me lleva a los cuadernos que tengo escritos con anotaciones varias y poemas que acompañan el día. Algunos de ellos están llenos de esas emociones que me fortalecen, que desmienten las torpezas cotidianas, las dudas de la rutina.

Habíamos caminado, antes, por las vías muertas del ferrocarril que pasaba por Capilla del Monte. El tren es algo muy difícil de explicar para aquellos que no tuvieron la oportunidad de vivirlo tan cerca. En la pampa sinfin era una fuerte presencia que anudaba y desanudaba los decires de todos los pueblos por donde pasaba. Sus vías, que aún están, nos acercaban las distancias. Me paraba, recuerdo, en medio de ellas y miraba absorto una y otra lejanía y las dejaba posar en mi imaginación de niño. Los guardas de los trenes siempre me contaban historias de lugares extraños que se aquerenciaban en mis no olvidos. Y no les digo lo que era subirse a una de esas viejas locomotoras, con su vientre al rojo vivo, de carbón ardiente:

- ya vas a manejar una de estas, me decía el maquinista, y dejaba que agarre una manija.

- Manejé el tren hoy, mamá. Y le contaba la historia.

*de Oscar A. Agú. cachoagu@yahoo.com.ar



Estación Las Marianas.

1*
El hombre que venía encerrado en la oscuridad de sus pensamientos tuvo que abrir una grieta de luz en los ojos y poner cara de "esto no puede ser real" cuando al mirar desde la ventanilla hacia lo esperable, vio aquello....

Cuando el tren salio de Anasagasti, el pensó que en la próxima estación sólo podría encontrar un edificio solitario, algunos curiosos esperando ese tren de reencuentro despues de muchos años, alguien descendiendo y perdiendose en esa silueta exponente de la arquitectura francesa en medio de la pampa Argentina.
Quiza, alguna recepción especial al tren que vuelve al menos de palabras rodantes a este pueblo fundado por el ferrocarril.... abre el folleto túristico que le dieron al ascender al tren , allí hay un detalle estación por estación, con algunas pinceladas de historia:
Las Marianas: fundado el 29 de diciembre de 1908, su nombre fue tomado de un gran establecimiento ganadero de la zona, el cual enviaba sus reses a traves del ferrocarril Compañia General Buenos Aires.
Pertenece al Municipio de Navarro, apróximadamente 450 personas en sus 51 manzanas, acceso por camino de tierra -10 km desde la ruta 44, estado de conservación del camino "regular", díficil llegar en días de fuerte lluvia... hay otro folleto que el hombre leyo, se desprendia del principal, y este es de una asociación "Responde" , donde citan a un conjunto de pueblos en vías de extinción , la mayoría ex estaciones ferroviarias, el hombre recuerda que empezaba en la "A" con Arroyo Corto con 550 habitantes, y que bajando la vista por la lista se llega a Las Marianas que en el censo del 91 tenia 533 personas, se conoce que la población hasta el 2004 continuó bajando.

Por eso el hombre no puede creer lo que ven sus ojos.... faltan un par de kilometros pero se ve una multitud, seguramente más que el pueblo completo.... y una estación engalanada con banderas y carteles, volvió a tratar de anticipar una explicación a esa visión surrealista, -hoy es 22 de mayo, faltan tres días para el festejo patrio. Quizá es una re-inauguración de la estación con políticos y Gobernador incluido, o el Presidente en Persona y todos sus ministros...
Un hombre mayor que comparte la ventanilla arriesga otra explicación fabulosa , una fiesta organizada por la colectividad española a raiz del casamiento del Principe de Asturias y Leticia Ortiz.
Pero el futuro se acerca, y el tren entra lento, casi a paso de hombre, previniendo la imprudencia de alguien en la multitud cruzando las vías de anden en anden antes del paso de la locomotora. Lo extraño son esas esculturas y los pasacalles con leyendas...

En realidad, todo el tren esta conmovido por esta imprevista recepción, la gente saca el cuerpo por la ventanilla... se agolpan a cada lado, hay una emoción extraña circulando, el anden y ese letrero que dice Las Marianas con letras amarillas en el fondo negro del cartel de cemento, y esos... caballos, son caballos?, toscos de maderas usadas clavadas, enormes como esos muñecos que se hacen de papel mache para ser quemados en los carnavales, como en La Plata, la ciudad donde el hombre curso la universidad sin llegar a recibirse.
El pasacalle resume en una sola frase toda la situación:
( aunque el hombre solto una carcajada )

"Bienvenido Brad Pitt a Las Marianas"

El rumor de los pasajeros, los gritos, la gente que aplaude y no se sabe bien por quien,
el guarda pasa avisando que el tren tendrá una pequeña demorá por la sorpresiva recepción al ilustre visitante, enseguida lo rodean unas pasajeras y lo incomodan a preguntas:
-No se nada, chicas, puede ser el muchacho rubio del camarote 13, habla en inglés... parece un turista con su camara colgada al pecho y ese sobrero a lo Gilligan.
Lo cierto es que los pasajeros empiezan a descender para ver el evento.
El hombre se acerca a los caballos de madera, son tres, el más grande supera la altura de la estación y esta realizado con durmientes y pedazos de maderas viejas, allí logra escuchar que han desarmado un viejo en galpon de la compañia y que con las maderas de la estructura han echo los dos caballos de Troya más grandes para esta fiesta de reinauguración con la presencia de Brad Pitt, y del Gobernador de la provincia de Buenos Aires Don Felipe y su gabinete en pleno.
El hombre va caminando entre la gente escuchando comentarios y rarezas, -el más pequeño de los caballos lo hicieron con maderas de los bancos antiguos de la estación y es un obsequio para Brad.
Pero la situación daba para todo, había chicas desmayadas de la emoción, y cierto caos en la cercania del pequeño palco que se levanto para la ocasión, el gobernador dijo unas palabras, incluso una humorada sobre los caballos de madera, diciendo que él tambien se sentía homenajeado por los caballos de madera pues su nombre "Felipe" significa Amigo de los caballos y que si hay algo de lo que se siente orgulloso es de ser un gran jinete y un buen cuidador de los caballos de su chacra.
Luego corta la cinta celeste y blanca y da por inaugurado el ferrocarril desde Las Marianas:
" un orgullo de la nueva Argentina, el principio de un plan Marshall para rehabilitar cada vía y cada pueblo", luego le dan la palabra a Brad Pitt quien es traducido por una bella traductora -con quien dicen los indiscretos duerme en el mismo camarote- Brad cuenta que quedo enamorado de la Argentina durante la filmacion de Siete Años en el Tibet, de Annaud, de esa maravillosa provincia que es Mendoza.
Y esa Locomotora, cuyo brillo de corcel negro que lleva en su corazón...
A su lado, un viejo , sin duda un ferroviario, comenta que es la Beyer Peacok nº 4116 restaurada por el Ferroclub Argentino y que tambien llevo a Madonna a filmar Evita.
Por último hay unas palabras del "Cholo" Aguirre, gerente de operaciones del ramal, trama lentamente
las imágenes y las palabras , y el hombre no sabe como pero siente que lo conducen desde el ingenio de los griegos del caballo de Troya a la Argentina post menemista que tiene que renacer a lo Fenix. Con templanza, "Sophostine" como el nombre de esta locomotora humeante, tambien con inteligencia para utilizar bien los recursos escasos.
Hay aplausos, brindis, cierto clima de euforia desmedido que desconcierta al hombre, tan metido en sus propias cosas, ve como se carga al pequeño caballo de troya al primer vagón de carga, puede ver a lo lejos como Brad Pitt vuelve subirse a pesar del tironeo de una chica sobre su camisa a cuadros.
Tambien el gobernador y otras autoridades van a darse un paseo inaugural en un antiguo coche presidencial remodelado para esta gran ocasión.

El hombre se repliega, vuelve a sus pensamientos, sube al tren, una frase sin sentido lo invade "El mañana siempre es demasiado tarde", se sienta, sube el cuello de la campera, prefiere soñar, sentir que lleva a caballito a sus hijos, y que salen a galopar entre los vapores de una mañana humeda.

*de Eduardo F. Coiro inventivasocial@hotmail.com



2.EL CAMAROTE OCUPADO *
(2º parte)

Ella podía sentirlo. No le cabía ninguna duda.

Allí dentro, en el reducido espacio del camarote que ocupaba, había algo. O alguien…, mimetizado entre las sombras.

Escudriñó a su alrededor con los ojos muy abiertos. Le costó identificar imágenes que le resultasen familiares entre la densa negrura que la rodeaba, hasta que la vista se fue acostumbrando a dicha penumbra. Fue entonces, en uno de los ocasionales rasguidos que los relámpagos producían en el corazón de la oscuridad, acompañado por el incesante tamborileo de la lluvia sobre el techo del vagón y el cristal biselado de la ventanilla, cuando lo vio. O creyó verlo…

Y un horrendo sudor frío le cubrió la piel helada, a la manera de crueles alfilerazos, por debajo de las cobijas del catre.

No estaba sola. En absoluto.

Allí, en medio del camarote, había una silueta de pie, desdibujada en su propia esencia, delgada pero inmensa a la vez, manifestando una apariencia humana, aunque su consistencia e identidad le resultasen desconocidas por completo, ahora muy sólida como la roca y un segundo después casi etérea como una fugaz voluta de humo.

La voz del barman irrumpió súbita en sus oídos, tal como la escuchara en el vagón comedor: “El 6 no es el mejor lugar para dormir. Menos aún si se trata de una mujer sola…”

Quiso gritar y no pudo. La lengua, reseca, yacía inmóvil dentro de su boca, atrapada por una daga helada que le atravesaba la garganta. Y sentía como si en verdad estuviese viviendo una pesadilla, algo por fuera del mundo real, que en cualquier momento podría conducirla hacia territorios desconocidos y muy peligrosos, muy propios de la locura.

“¿Qué es esto?… ¿Quién es?…”, alcanzó a formular dentro de su mente, aturdida por el miedo. Y una súbita certeza irrumpió en su cordura, arrasándolo todo: “NO ME HAGA DAÑO…”

De pronto, se sintió extremadamente sola, como nunca se había sentido en su vida, enfrentada de manera coercitiva con un peligro vital y desconocido. Necesitaba que alguien la ayudase. Necesitaba saber que alguien vendría a rescatarla, que la defenderían ante todo mal, que estarían allí ante cualquier emergencia que se presentase. Cualquier emergencia…

“¡¡¡Sergio, ¿¿¿dónde estás???!!!”, gritó en silencio.
Y la silueta, en completo silencio, se movió.

Mejor sería decir que se abalanzó, arrojándose sobre ella con una presencia contradictoria, por instantes pesada y concreta, por momentos volátil e intangible. Atravesó las cobijas como lo haría un fantasma de dibujos animados, para luego corporizarse sobre su piel, inundando el espacio entre la ropa y su cuerpo, adhiriéndose gélida aunque con súbitos ramalazos de aire caliente. Misteriosas ventiscas dirigidas que gradualmente se fueron transformando en el efecto de un par de manos que la recorriesen, compulsivas y obscenas, generando insólitas sensaciones erógenas.

“¡No!!! ¡No!!! ¡Basta!!!”, chilló ella mentalmente, aún sin poder articular palabra. Se sentía acosada, a punto de ser violada, con esos extraños dedos inmateriales que parecían multiplicarse por docenas y la recorrían de manera caótica, sin dejar por investigar un solo rincón de su cuerpo. Aferraban sus pechos, se demoraban sobre sus pezones, se deslizaban a los largo de su vientre, rozaban su clítoris con incesante alevosía, y se hundían vigorosos en el interior de su vagina, para luego recorrerle el ano y filtrarse dentro, como feroz estaca que busca horadar y jamás pide permiso.

Y una vez hecho el recorrido, se deslizaban a lo largo de su espalda hacia el cuello, y hallando un inesperado patrón de conducta, volvían a empezar…

Mónica comenzó a gritar, trémulos sonidos de terror que se fueron volviendo expresiones de dolor, para finalmente transformarse en gemidos de placer. “¡Sergio, Sergio!”, chillaba su mente en busca de ayuda, amnésica de esa realidad nostálgica en la que vivía desde hacía ya tanto tiempo, y donde Sergio había dejado de ser un hombre a su lado para convertirse apenas en una sombra…

¿O no era así?

La silueta, reuniendo esas fugaces y dispersas corrientes de aire helado-hirviendo, desplegó algo más que sus manos por encima de su cuerpo. De pronto se convirtió en una figura sólida, vigorosa, ardiente, que la aplastaba y hundía sobre el catre, imponiéndole su voluntad. Mónica apenas conseguía distinguir algo en medio de la oscuridad, ocasionalmente iluminada por la tormenta, pero en aquellos breves destellos de luz llegaba a intuir un rostro por encima del suyo, facciones que le resultaban familiares, rasgos a los que se negaba pero que resultaban muy parecidos a los de Sergio…

Entonces la presencia le desgarró la bombacha, y algo más que una corriente de aire se deslizó dentro suyo. El ingreso fue directo y sin titubeos, como si aquello que se posara encima de Mónica aguardase durante muchos años una ocasión como ésa para concretarlo. La presión de aquel cuerpo, si es que pudiera hablarse de algo así, sobre ella era total, inmovilizándola, reduciéndola apenas a ser un objeto de su horrendo deseo. Ella chillaba, liberada de su reciente mudez, aunque aquellos gritos eran una cruel confusión entre el dolor y el placer. Sentía esa presencia ineludible, inmovilizándola sobre el catre sin que pudiese zafarse, bombeándola allí debajo, colmándole el sexo con algo similar a un sexo humano pero carente de pasión, excitándola hacia límites insospechados. Y aunque la última fracción de cordura que le restaba se negaba a aceptar lo que estaba ocurriendo, el resto de si misma parecía entregarse gustoso ante semejante invasión.

-¡Soltame!… ¡Soltame, Sergio!… ¡Sos un hijo de puta!… ¿A qué volviste?

Sus palabras le resultaban extrañas, como si otra mujer hablase en su lugar, con una voz muy diferente. Una mujer rencorosa, deseosa de venganza, pero a la vez desbordante de lujuria, gozando a pleno del momento, como si se hallase en compañía de su amante más deseado, y no del antiguo espectro encerrado en el camarote de un vagón ferroviario de principios de siglo.

Y finalmente, coincidiendo con una serie de potentes relámpagos que iluminan a pleno el interior del camarote, Mónica alcanzó un orgasmo profundo y violento, que le arqueó la espalda y el cuello, retorciéndose encima del catre, mientras la presencia se diluía velozmente, retomando ese carácter volátil que adquiriese al presentarse, girando por encima de ella en veloces torbellinos, para así desaparecer en la recuperada oscuridad del camarote.

Ella comenzó a relajarse muy lentamente, con sus miembros aún retorcidos sobre el catre y las cobijas por el suelo. Su respiración se mantenía agitada, al igual que sus pulsaciones cardíacas. Parpadeó varias veces, experimentando esa extraña mezcla de miedo y de placer que se fundieran dentro de ella desde que apagase la luz del camarote. ¿Qué había ocurrido? No podía explicarse nada. Su mente divagaba en un furioso océano de dudas y retazos de imágenes confusas, que sólo conseguían confundirla aún más.

Hasta que escuchó unos golpes en la puerta, y sin explicarse por qué, se estremeció. ¿Quién vendría en su ayuda? ¿O tal vez se tratase de una súbita y molesta interrupción?…

Algo, el aire del cuarto quizá, se agitó perturbado. Y ella perdió todo referente que pudiera darle algún sentido a lo que pudiera ocurrir a continuación.

*

Ernesto, el barman, volvió a golpear a la puerta del camarote 6, sin obtener respuesta. Sabía que aquello estaba muy mal; que no podía tener ese tipo de relaciones con los pasajeros mientras se encontrase en horario de trabajo, pero… ¿quién podría acusarlo de estar cometiendo algún delito? ¿Acaso sus intenciones no eran de lo más humanitarias, preocupándose por la integridad física y psíquica de una pasajera, bastante bonita por cierto?

Intenciones humanitarias… No estaba tan seguro…

Volvió a llamar, preguntándose si los gritos que escuchase mientras se acercaba segundos antes por el pasillo pertenecían efectivamente a la morocha que cenara cerca suyo, en el vagón comedor. ¿Le habría pasado algo? No podría perdonárselo a sí mismo. Aunque, …tampoco podía estar muy seguro de abrigar sentimientos de temor respecto a ese camarote en particular. El jamás había experimentado en carne propia nada de lo que se rumoreaba en torno al lugar en cuestión. Aunque, quienes habían tenido alguna clase de vivencia en torno al camarote 6, juraban que no podrían olvidarlo jamás.

Silencio. Allí dentro no se escuchaba nada.

Ernesto se inquietó. ¿Estaría bien la morocha? ¿Por qué no atendía entonces? ¿Y si se hubiese ausentado, yéndose a pasear por los pasillos del tren, ante la imposibilidad de dormir a causa de la tormenta? Era posible, pero… ¿andar paseando en una noche espantosa como ésa? No lo creía.

-Disculpe… ¿Se encuentra bien? -, preguntó, temeroso de que lo echaran a los gritos. O de que alguien más, aparte de la morocha, le abriese la puerta.

Sin pensarlo siquiera, tanteó el picaporte, que giró bajo su mano y abrió la cerradura. Sin embargo, algo retenía la puerta, por lo que apenas podía verse una rendija oscura, en lugar de abrir la hoja de par en par. Ernesto dudó, pero ya estaba lanzado. Así que empujó la puerta con el hombro, y movió lo que fuera que obstaculizaba el paso. Bajó la vista y se encontró con un bolso de viaje, cruzado en el paso.

No llegó a preguntarse nada más.

Porque lo último que vio, en medio de las tinieblas del cuarto, fue a la morocha tendida en la cama, semidesnuda. Y lo último que oyó fue una advertencia de parte de ella, aunque no llegase a comprender su significado. Y lo último que experimentó antes de que su vida cambiase definitivamente respecto al camarote 6, fue un intenso dolor de cabeza, producto de un violento golpe propinado desde todos lados -¿cómo era posible una cosa así?-, que lo impulsó hacia atrás, provocando que se desmoronase sin sentido en medio del pasillo del vagón dormitorio.

(Continuará…)

*de Aldima. aldima@uolsinectis.com.ar


3. Investigando la noticia..*

Por cierto, que ella reconoció la inusualidad de lo sucedido.
No había pensando, cuando emprendió aquel viaje, que algo así pudiera sucederle. Pero desde el vamos, se decía, había intuído que lo sucedido, sucedería al fin.
Así que acomodó sus ideas, peinó sus cabellos y se acercó a la orilla de lo acontecido, disfrutando otra vez de la escena, mientras saboreaba una copa de paz.
Intentó buscar las palabras para contarle a Eduardo lo sucedido y en el intento, buceó en la cartera, buscando su celular.
Miró el lápiz labial, que salió primero de la misma, con la misma mirada ausente, que tenía al volver del cuarto. Luego la billetera de la misma forma y también la caja de cosméticos...
En ese momento, se dió cuenta que lo que iba a hacer a ese lugar, había pasado a segundo lugar y que la historia que le contaba la morocha, la conmovía, y que además, tendría ella misma, que alojarse en el camarote 6, para corrobar lo que ella le había contado.
Ser protagonista de semejante historia, pensaba Iris, debe ser como serlo de un cuento. Y blablablá, blablablá, intentaba convencerse a sí misma que lo que la llevaba hacia el camarote, era su interés profesional y no los deseos de que le sucediera lo mismo que a Mónica.
Como de ninguna manera, iba a dejar de intentar conocer la verdad y tratar de ser la próxima protagonista a fin de descubrir el misterio, apuró el paso y se encerró en la habitación, pero sin llave (por las dudas que los hechos no pudieran volver a repetirse, si se trababa la cerradura), y con la excusa del excesivo calor que hacía en el vagón,de inmediato se sacó el sueter, siendo testigo el soutien negro y calado, en el mismo momento que se volvía a abrir la puerta, sus zapatos rojos volaron por el aire, dando la bienvenida a su nueva historia.
- Bueno-, pensó un momento antes de caer sobre la cama, mientras el le besaba el cuello y seguía desparramando besos y mordiscos, hacía abajo, despacito, -un periodista debe verificar los hechos, antes de publicarlos-...-¡Todo sea, por los titulares de mañana!-...

*de Moni. Monipas05@aol.com


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